Hoy el primer single de The Monkees cumple 55 años. Dos piezas de toques country que son quizá el más exitoso puente que conecta el pop de la factoría Brill Building y el beat de influencia británica. La primera es un frankenstein Beatle que parece hecho de partes de Run For Your Life y Paperback Writer (que había salido poco más de dos meses antes) A pesar de ello tiene personalidad propia gracias a su riff inicial y una letra malinterpretada como canción protesta anti-Vietnam. La segunda y mi favorita, compuesta por Carole King junto a su esposo Gerry Goffin, está llena de timbres característicos (clavicémbalo, glockenspiel, oboe) que acompañan la súplica adolescente a una chica con el corazón roto para que vuelva a creer en el amor. El single vendió millones y fue editado en todo el mundo, incluido Perú.
Salvo las voces, ningún Monkee participó en su grabación, práctica que se repetiría en los siguientes dos singles y los encolerizaría cada vez más. Lo que nadie podría haber imaginado por entonces, ni siquiera los propios implicados (cuya amistad a fin de cuentas había nacido de un casting entre cuatrocientos aspirantes), es que lo que en un inicio se trataba de un plan maestro televisivo y una maquinaria de éxitos prefabricados se convertiría, en apenas cinco meses y entre insultos y golpes, en una banda por derecho propio con el control creativo para componer y tocar sus propias canciones y elegir sus productores y músicos de apoyo. Esto los benefició enormemente y les granjeó sus mejores discos, pero también la ruina al verse cada vez más solos sin el apoyo de la industria que los había unido. Felizmente con los años se les ha tratado mejor, que es lo que merecen. Pero eso ya es otra historia. Larga vida a The Monkees.
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