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domingo, 3 de mayo de 2015

LIONEL SHRIVER - BIG BROTHER (2013)

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Big Brother es, en la superficie, una novela acerca de cómo la comida se convierte para muchos en un insano sustitutivo de la felicidad a falta de experiencias gratificantes e imperecederas dentro de una sociedad cada vez más alienada ante el éxito y la perfección corporal. En un nivel más profundo, describe con gran inteligencia y humor la relación que se construye a través de los años entre miembros de una familia consanguínea y política. Demostrando así que "familia" y "seres queridos" no significan siempre lo mismo. Nos habla, además, del desgaste emocional que suele significar asumir a los nuestros en tiempos difíciles. O no. Porque es un juego de posibilidades, también, cuyas consecuencias no siempre estamos dispuestos a asumir.

Edison en un pianista de jazz neoyorquino caído en desgracia que visita a su hermana Pandora en un condado campestre de Iowa. No se han visto en cinco años y el shock no puede ser mayor: Edison ha añadido 101 kilos más a los 73 con los que ella lo recordaba y no tiene intenciones de dejar de comer. Para mayor problema Fletcher, su cuñado, es un nazi de la alimentación saludable. Llega un punto en el que Pandora, ante el ultimátum de su esposo, debe decidir con quién quedarse. Y ella elige a su hermano. Porque siente que la necesita más, porque está harta del éxito descomunal pero vacío de su empresa de muñecos personalizados parlantes, porque siempre se sintió inferior. Porque ambos aprendieron a cuidarse mutuamente desde niños. Especialmente desde la muerte de su madre y desde que empezaron a compararse con los hijos que su padre, un actor decrépito y ridículo, tenía en una serie de televisión de los años setenta que ya nadie recuerda. Luego de un patético incidente en el inodoro, Edison acepta el compromiso que le propone su hermana y juntos, durante un año, se imponen un régimen alimentario y de convivencia con el propósito de volver a su peso anterior. A Pandora esto sirve también para saber cómo Edison ha llegado a tal punto luego de tener una auspiciosa carrera en el jazz y darse cuenta que, más allá del resentimiento a su padre, una niñez particularmente apagada y la idealización del ser querido, su hermano es realmente un desconocido para ella.

La historia nace de una experiencia similar que sufrió la autora el 2009, cuando su hermano falleció por complicaciones derivadas del sobrepeso. "Yo tenía un piso en Nueva York, donde estaba hospitalizado y hablamos de la posibilidad de organizar la vida juntos, pero a los dos días se murió". La novela sirve entonces como exploración de lo que habría ocurrido si ella hubiese podido ayudarlo. De ahí que esté narrada por Pandora, la hermana, una especie de alter-ego de Shriver. Trabajado, eso sí, con la sutileza necesaria pues básicamente se trata de un personaje que suple sus limitaciones artísticas e intelectuales con una gran sensibilidad y capacidad de observación. Por eso no desentona que en una sola idea suya se unan las frases más trilladas ("el silencio fue tan denso que se hubiera podido cortar con un cuchillo", "el que no se siente seguro de su autoridad, no la tiene") con análisis poco comunes acerca de la ingesta de comida, la imagen personal, las relaciones de pareja y el amor fraternal.

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Pero esta no es una novela trufada de ideas sin respiro. Aquí los personajes se describen a sí mismos a través de sus acciones y especialmente conversando. Cada uno de ellos cuenta con sus propias jergas, modismos y maneras de pensar. La cena en la que Pandora invita a un amigo del trabajo, por ejemplo, muestra de manera brillante que los diálogos son uno de los puntos fuertes del texto. Tanto así que a veces sientes que algo se pierde en la traducción. Sobre todo cuando se trata de Edison, el más carismático del conjunto con su jive talkin' propio del mundillo del jazz, sus groserías y sentido del humor, y sus peroratas y refunfuños a géneros musicales, escenarios y artistas en general ("la mayor parte del mercado es para Norah Jones").

Baby Monótono, la empresa de muñecos parlantes para adultos de Pandora, es otra idea sugestiva que la autora parece usar para sí misma dentro de su propia novela. Este negocio consiste en la fabricación de muñecos a semejanza de personas reales, con una lista de frases predeterminadas elegidas por el cliente. De esta manera, el destinatario del obsequio ve reflejado en el muñeco no solo su aspecto físico sino también sus conductas cansinas o cargantes. La empresa es un éxito que da gran estabilidad económica a la familia de Pandora. No es descabellado pensar que Shriver haya usado entonces el personaje de Edison como su propio Baby Monótono en relación a su esposo Jeff Williams, profesor y compositor musical además de baterista de jazz, cuyas opiniones escuchadas una y otra vez en el ámbito conyugal habrían inspirado las frases más recurrentes de Edison: "Stan Getz me contrató por tres años", "el problema con Wynton Marsalis es que alimenta tanta nostalgia", "personalmente hecho la culpa a las escuelas de jazz", "debí tocar con Miles". No es difícil imaginar los buenos ratos y las risas que se habrán echado la pareja mientras ella escribía el libro. En lo personal, además, estoy de acuerdo con algunas de las otras opiniones que Edison suelta durante toda la novela acerca del jazz, las escuelas de música, la tradición y el elitismo (aunque me contradiga, creo, el hecho de haber escuchado una y otra vez el Cookin' y Relaxin' de Davies mientras avanzaba la lectura).

Si algo malo ha de tener Big Brother es el gran número de párrafos donde oraciones parten otras que a su vez parten otra más, afectando la fluidez. No cae en el estilo Lillian Ross del New Yorker (que tan jocosamente detalló Tom Wolfe en "Perdido en la selva de los pronombres relativos") pues, antes que la acumulación de datos, lo de Shriver es funcional. Sin embargo, que a veces nos haga recordar el ensayo de Wolfe no es muy positivo para el balance de la obra.

Con todo, no dudaría en recomendarla. Es una pena que no haya logrado dar el salto al cine como sí lo hizo "Tenemos que hablar de Kevin", el primer gran éxito literario de Lionel Shriver. Y es una molestia saber, por palabras de la escritora de 57 años, que Big Brother ha sido rechazada entre las personas con sobrepeso por considerarla ajena a esos problemas, porque "solo los gordos pueden hablar con propiedad acerca de otros gordos". Ellos se lo pierden. La actualidad de sus temáticas, descritas con inteligencia y mucha sensibilidad, y sus episodios de humor y tragedia, hacen de esta novela una de las mejores del 2013 (2014 en su traducción al español). ¿Qué propone al final? Pues un gran signo de interrogación. Un "qué habría pasado si" con el que todos, en algún momento, vamos a tener que cargar hasta el último de nuestros días.

Big Brother
Lionel Shriver, 2013
Anagrama, 2014
traducción de Daniel Najmías
400 páginas, rústica

viernes, 2 de enero de 2015

KIKO AMAT - COSAS QUE HACEN BUM (2007)

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He buscado esta novela desde hace varios años pero cuando la encontré no la leí inmediatamente. Creo que se debió a que forma parte de la biblioteca donde trabajo y la seguridad de tenerla a la mano hizo que me enfoque en otras lecturas. Este libro habla un poco de esas actitudes. De la obsesión por la propia obsesión, de conseguir algo solo para ir a por lo siguiente. En esta su segunda novela Kiko Amat nos habla, sarcásticamente, de sus propias pasiones y mitologías. De sus años de juventud y baile, de amor por los discos, libros, historietas y los trapos más elegantes. La cantidad de referencias y name-dropping que ostenta con orgullo hace que puedas... no! que DEBAS encararlas lápiz y libreta en mano.

Esto es lo que ha venido a llamarse "novela de iniciación". Aquí el protagonista tiene apenas veinte años y consigo debe arrastrar las consecuencias de la muerte de sus padres. Es decir, mudarse de país a una ciudad del extrarradio y la crianza de una abuela anarquista que desde el primer momento se niega a educarlo convencionalmente. Lo que resulta es un adolescente solitario que a sus 16 años ya ha sido futurista, dadaísta, surrealista y situacionista. Listo para enfrentarse al instituto, las mujeres, los demás chicos y la novedad de la capital. ¿Dije "listo"? No nos engañemos. NADA te prepara para las cosas que te suceden por primera vez, y MENOS aún a esa edad. Por ello lo que hace BUM aquí es él, nuestro amigo Pánic Orfila, viviendo experiencias a la velocidad que lo permitan las drogas y las Vespas que roba. Conociendo los mejores discos de soul, nuevos looks, el amor, y la amistad construida a punta de puños y mandadas a la mierda. Su interacción con una pandilla de dandis y el papel que juega en sus actos subversivos es algo que también lo marca para el resto de su vida. Pánic es demasiado listo como para ignorar que todo eso lo está llevando al descalabro físico y emocional. Pero también, lo dijimos antes, es un adolescente lleno de obsesiones.

Uno de los varios puntos fuertes de la novela, junto con el gran sentido del humor y la proliferación de pistas, es el afán por el detalle. No se alarmen, no hay sillas descritas es dos páginas o capítulos narrando un paisaje ni nada por el estilo. Estamos ante un libro con influencias del pulp norteamericano, no ante un ladrillo literario ruso. Aquí adjetivos hay un montón, pero el autor prefiere usarlos para sus desopilantes símiles y la manera en que describe los ropajes de estos chicos y las sensaciones que causan las canciones que escuchan. En lo demás prefiere la acción, el disparar primero y preguntar después. Y eso es un triunfo que muchos escritores olvidan. No hay mejor manera de explicar a un personaje que poniéndolo a hacer cosas. ¿Tu personaje es un maldito loco? Pues no solo digas que lo es, que mejor haga locuras y así nosotros nos daremos cuenta.

La parte final, eso sí, resiente el puntaje final. Es derivativa y tiende a la repetición. Blandengue, en suma. La redención de su final incompleto hace que este bache no estropee la novela.

Quizá por eso Cosas Que Hacen Bum se lee prácticamente de un tirón. No es extraño que una productora española esté trabajando en la versión cinematográfica, cuyo borrador ha contado ya con la aprobación del mismo Kiko Amat. Cuándo estará lista es algo que aún no sabemos. De lo que estamos seguros es de estar ahí en primera fila para verla. O lo que es más real dada nuestras condiciones: seremos los primeros en descargarla.

Cosas que hacen BUM
Kiko Amat, 2007
Anagrama
300 páginas, rústica

martes, 16 de julio de 2013

MARÍA TENA - TENEMOS QUE VERNOS (2003)

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Mi chica encontró esta novela abandonada debajo de sucios libros en remate, apilados en una tabla. Qué golpe de suerte comprar una Anagrama por solo tres soles (poco más de un dólar) También lo es que se trate de una novela cuyo argumento no me habría despertado interés, ni finalmente agradado, apenas unos años atrás, cuando las prioridades eran otras y no me rondaban pensamientos como la familia, la pareja y los hijos.

Tenemos que vernos podría ser alguna película mediterránea, de hecho desde el inicio comparten ese mismo tipo de ánimo. Lectura amable, sí, mas no complaciente. Triste a medida que avanza. Todo ocurre alrededor de una editora en jefe que disfruta descubriendo talentos literarios en su país, sintiéndose responsable del prestigio ganado. Es, con seguridad, lo único que tiene parecido a la felicidad. Los hijos están cada vez más a su aire y las diferencias con su marido, esas que al principio le parecían tolerables y hasta atractivas, se han ido acentuando hasta convertirse en tedio cuando están bien y propician la evasión mutua cuando están enfadados. La venta de la editorial y la cercanía al nuevo jefe le disparan preguntas que ambos esposos han evitado durante años, y tratado de cubrir con un bienestar ilusorio que nace en el lugar donde veranean año tras año. Sentimiento que va desgastándose a medida que pasan las estaciones. El libro está dividido en ellas cuatro, partiendo del otoño, más un epílogo donde una confidente propicia nuevas y amargas reflexiones.

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No es una novela perfecta. Siento que tiene algunos errores, como usar el nombre de la protagonista para adjetivar algunos objetos. Las dos únicas voces diferenciadas, la de narradora que finge saberlo todo y las continuas llamadas telefónicas de Clara, se confunden a menudo dándonos una sensación de que María Tena, autora con amplia experiencia en el campo literario, educativo y editorial español, describe al detalle una etapa propia, algo que se empeña en negar (solo a medias) al final del libro, lo que me parece otro error tremendo (el argumento, en realidad, nace de una historia contada por una amiga) Varios personajes no tienen grandes matices y algunas situaciones se desarrollan demasiado pronto o de plano no lo hacen. Con cierta frecuencia también se vale de frases gastadas ("hay recuerdos que no se borran nunca", "la vida es impredecible"). Pero también se las arregla para transmitirnos reflexiones acerca del jalar y ceder que es la vida en pareja; para transmitirnos una sensación de melancolía urbana además de los avatares de la dinámica actual de algunas editoriales (mis partes favoritas); lo curativo de las vacaciones y lo determinante que suele ser la familia y su recuerdo durante la niñez. Lo mejor del libro es cómo va creciendo en Clara el miedo y la incertidumbre, la ilusión y el desengaño, y la manera en que todo ello se relaciona con la edad y las decisiones mal tomadas. El final, eso sí, no es lo sorprendente que asegura la contratapa sino más bien una triste resignación.

No quiero ni tendré una vida así, y este libro me lo recuerda.

Tenemos que vernos
María Tena, 2003
Anagrama, 2003
184 páginas, rústica