lunes, 25 de mayo de 2015

GARNET MIMMS - LOOKING FOR YOU (1965)

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Buscándote, en todas partes
Extraño el roce de tus dedos
La llama ardiente de tus dulces labios
¿Cómo puedo seguir así?
Nena, te necesito

Buscándote, en todas partes
Desde el día en que me dejaste
solo encuentro solitarios recuerdos
Y pienso en cómo solía ser
Nena, te necesito

Me detengo en los lugares a los que solíamos ir
Pregunto si te han visto y nadie lo sabe
Te busco por la calle, arriba y abajo
Nena, te necesito

Por eso estoy
buscándote, en todas partes

Hay un dolor dentro de mí
porque te necesito tan desesperadamente
Quiero más que recuerdos
Nena, te necesito

Por eso estoy
buscándote, en todas partes

Garnet Mimms
United Artists, 1965

viernes, 22 de mayo de 2015

MEMORIAS SÓNICAS: HISTORIAS EN SIETE PULGADAS (2013)

"El entusiasmo y la pasión son un tipo de naturaleza que tiende a crear cosas hermosas, o a explicarlas de una manera muy intensa y muy sincera. Me interesa muchísimo más un tío hablándome de hípica, emocionado, que un patán hablándome de los Who, sin ninguna emoción y recitando clichés."

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Con las excepciones de honor, cada vez me tomo menos en serio cierta crítica musical. Y no porque no me guste leerla (¿a quién no le gusta echarse unas risas?), sino porque no me identifico con ella mucho que digamos. Su falta de personalidad hace que textos y firmantes sean intercambiables entre sí. Basta echar un vistazo a la sección musical de nuestro diario decano o al portal de actualidad de tu preferencia para identificar algunas de sus taras: ¿por qué debería bastarme la retahíla de influencias que mencionan (quizá copiada de alguna crítica extranjera, quizá porque hicieron bien la tarea) para hacerles caso y escuchar el disco que recomiendan, si esas mismas influencias se encuentran en cientos de otras bandas contemporáneas a la que reseñan? ¿Dónde está lo nuevo, si lo hay, o por lo menos lo que hace la diferencia? ¿Y ese afán de no quedar mal con nadie? ¿Y qué tiene que ver conmigo (y con muchísima otra gente, faltaba más) que un disco sea "seminal" o "importante"? ¿Discos básicos en la colección? ¿Por qué nuestras colecciones deben basarse en riffs calcados, letras impersonales o sinfonías rock con cero emoción y mucha pasividad?

Tampoco quiero alinearme en el bando contrario, el de la prosa de bloguerismo auto-indulgente y pueril, ese que solo se mira al ombligo y celebra cosas que no importan absolutamente a nadie, limitándose a enumerar sin contexto que valga la pena (los consabidos "oh, qué triste estoy", "soy tan único y especial", etc.). Solo digo que si hablamos de objetos emocionales, ¿no podemos mostrar también un poco de emoción siquiera? Sé muy bien que hay otras tantas personas que prefieren las enciclopedias, las "historias del rock", las líneas de tiempo con principio y fin que nunca se superponen, las marcas de instrumentos y el escándalo. El problema es que ambos enfoques no coexisten y parece haber solo una manera aceptable de escribir sobre música (similar a como hablaríamos de medicinas, por ejemplo), que no permite alterar el canon y su pedestal de dudosas vacas sagradas. Y quien rompe con ello es tildado de poco riguroso, polémico, fanático o fanzinero.

Felizmente de un tiempo a esta parte la balanza parece haberse movido un poco a favor de los que buscamos experiencias más cercanas a nuestra condición de fan, en lugar de la mera acumulación de información y datos (importantes, siquiera para repetirlos en bares y comentarios de facebook) Como antecedente ahí están las vívidas crónicas de Lester Bangs y el imprescindible Awopbopaloobop Alopbamboom, vigente a pesar de haber sido escrito en 1969 por un Nik Cohn de apenas veintidós años. En los últimos tiempos se han sumado, entre otros y con resultados variables, el breve pero intenso Cosas Que Empiezan Por O de Kevin Pearce (uno de nuestros libros favoritos), Giles Smith y su entrañable Lost In Music, y el divertido e iconoclasta Mil Violines de Kiko Amat (a quien pertenece la cita al inicio de este comentario) A tan digna lista sumamos ahora Memorias Sónicas: Historias En Siete Pulgadas, publicado por Contra, casa editorial que ha sabido balancear ambas maneras de enfocar nuestras canciones y bandas más queridas con cada una de sus publicaciones (la traducción al español de Lost In Music también fue editada por ellos)

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Nacido por iniciativa de Ramón Rodríguez, voz y compositor principal de una banda tan necesaria como The New Raemon (hace unos meses lanzaron uno de los mejores LPs en lo que va del año), estamos ante un libro coral en el que participan veintitrés músicos españoles contemporáneos, contándonos acerca de sus discos más especiales. El resultado es más que estimulante. Y variado, dada la heterogeneidad de los álbumes seleccionados. Quién imaginaría, por ejemplo, que la cantante folk María Rodés ansiaba ser una Spice Girl junto a sus amigas de primaria. O que nuestro bienamado Refree, aquel orfebre de pop costumbrista y exquisito, defiende el Appetite For Destruction de Guns N' Roses con la misma capa y espada que tenía a los once años, cuando lo escuchó por primera vez. Los estilos elegidos al momento de echar a volar las palabras también son diversos, y por lo mismo no siempre muy logrados. Especialmente cuando se recurre a cierto aire onírico o de pretensiones poéticas, como lo hace la insoportable Maika Makovski con el Everybody's In Show-Biz de los Kinks y Javi Vega (de Maga) en el Pink Moon de Drake. Tampoco logran despegar aquellos que se conforman con describir y defender canción por canción; una pena innecesaria en el caso de El Último De La Fila, pues no hace falta que nadie nos convenza de lo grande que es Enemigos De Lo Ajeno. También se opta por construir conversaciones cotidianas donde el disco es apenas la música de fondo (Initials B.B. de Gainsbourg), o pequeñas ficciones con las canciones dirigiendo el accionar de los personajes (la sexual y casi inverosímil Live From A Shark Cage de Papa M). Hay hasta ejercicios de desdoblamiento, como el practicado por Ricardo Vicente (ex Tachenko y La Costa Brava) para el primer LP de The Band.

Los mejores resultados, sin embargo, llegan de la mano de los recuerdos de la adolescencia, o de cómo esta música, estos discos, sirvieron para hacer amistades eternas, conocer mejor a nuestros seres queridos o empezar a componer canciones propias. Casos como el de Ramón Rodríguez, cuyo amor por Sunny Day Real State le ha llevado no solo a conocer a sus músicos favoritos sino a convivir y tocar en directo con ellos, están narrados con tanta lealtad... O tanto respeto y cariño familiar, como el mostrado por Ricky Lavado (Standstill) cuando escucha el enorme Mediterráneo de Serrat junto a su hermano ("yo cuando canto esa canción no imito a Serrat, imito a mi padre") Aquí es donde el libro alcanza las cotas más altas y su razón de ser. Entre todos ellos, mis favoritos son dos textos muy diferentes en comparación pero escritos con sabiduría, nervio y gracia: Juan & Junior, por Francisco Nixon; y The People Who Grinned Themselves To Death de los Housemartins, por Nacho Vegas. Al primero le basta apenas tres historias mínimas y cotidianas para demostrar el gran ser humano que fue Sergio Algora durante los pocos años de vida que estuvo entre sus amigos, dándolo todo de sí antes que un paro cardiorrespiratorio lo volviera eterno. Cero sensiblería y sí mucha belleza. Respecto al segundo, es un puñetazo a las pretensiones de dos generaciones, la movida ochentera y el indie noventero español, que no quisieron inmiscuirse demasiado (sobre todo ésta última) en los problemas reales de su propio entorno. A diferencia de sus modelos foráneos, que con mucha magia popera y letras comprometidas (más no panfletarias) le cantaban más de una verdad a toda la clase dirigente. La (auto)crítica de Nacho Vegas es realmente como para ponerse de pie y, si eres músico, hacer algo al respecto (demás está decir que te hará pensar en lo vivido y escuchado de un tiempo a esta parte por estos lares)

Tenemos aquí veintitrés memorias (ilustradas por el mismo Ramón) que no se agotan con una primera lectura, no solo por la frescura y calidad literaria que puedas encontrar, sino también por ese name-dropping que tanto nos gusta. O más bien veinticuatro, si consideramos (y debemos) el prólogo de Miqui Otero, elegantísimo caballero a quien admiramos sin rubor por sus conocimientos y la gracia y entusiasmo con que los transmite. En todas, todas estas historias, hay por lo menos una frase sugerente que pinta de cuerpo entero a los que tratamos con material emocional intenso como los discos y, en general, con todo este asunto de la música en sus diferentes frentes (grupos, mixtapes, coleccionismo, viajes, amor) Por eso a veces me pregunto por qué hay gente que busca evitar esta clase de conexión entre canciones y personas, recuerdos o lugares. Pobres. Creen que están poniéndose a salvo, que están siendo listos evitando futuros arrepentimientos, cuando en realidad solo se niegan a enriquecer sus emociones. Quizá deberían dedicarse a coleccionar estampitas. Ya lo dicen en alguna parte de este libro: "tienes que ser imbécil para huir de la belleza como un prófugo de la sensibilidad".


Memorias Sónicas: Historias En Siete Pulgadas
Contra Ediciones, 2013
276 páginas, rústica

lunes, 18 de mayo de 2015

ALICE CLARK - I KEEP IT HID (1972)

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En lo más profundo de mí
sé que todavía lo amo
Pero él nunca lo sabrá
porque yo nunca lo diré
O confiaré
que estoy pensando en él
Y deseando poder
caminar hasta él y decir:

"Cariño, ¿qué has estado haciendo?
Todavía te amo como antes
Ya sabes
Nada va a cambiarlo"
Pero siendo como soy
Lo ocultaré

Últimamente he visto
la mirada en sus ojos
Se me rompe el corazón
Me necesita tanto
para que lo deje en paz
en este momento
¿Por qué no puedo caminar
hasta aquel viejo muchacho?
Y decir:

"Cariño, ¿qué has estado haciendo?
Yo sigo amándote como antes
¿No sabes
que nada va a cambiarlo?"
Siendo como soy
Lo ocultaré

Tal vez algún día
Renunciaré a mi estúpido orgullo
No es nada bueno
verlo morir de esa manera
porque por dentro es el mismo chico
¿Por qué no puedo?, ¿por qué no puedo
caminar hasta
aquel viejo muchacho?
Y decir:

"Cariño, ¿qué has estado haciendo?
¿No sabes que sigo amándote como antes?
Oh, dios, sabes que nada va a cambiarlo"
Siendo como soy
Lo ocultaré

Siendo como soy, sí
Lo guardo muy, muy dentro de mí


Alice Clark
Mainstream Records, 1972

jueves, 14 de mayo de 2015

TORO Y MOI - WHAT FOR? (2015)

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Acercarse a los treinta no solo es tardar más en sobreponerse a las resacas o ver cómo tu línea capilar se va replegando con los años. ¿Qué estabas haciendo tú a los 28? Y, sobre todo, ¿qué pensabas? Chazwick Bundick parece haber llegado a esa edad en la que vuelves a recordar el colegio, los primeros conciertos como espectador, la simpleza de escapar un fin de semana al campo. Y es que desde los 22 años, poco tiempo antes de graduarse como diseñador gráfico, ha ido formando parte cada vez más de la electrónica independiente de primera línea, a tal punto que se le considera (junto a Neon Idian o su compañero de clases Washed Out) como responsable principal de la chillwave. Toro Y Moi, su proyecto unipersonal, nació como música electrónica generada por software de computadora casera a la que también añadía sampleos. Si uno revisa las fotos o vídeos de aquellas presentaciones tempranas encontrará a un chiquillo reproduciendo su música en vivo tal y como la había creado en su habitación: a solas rodeado de varios teclados y una PC. De ahí en adelante: giras, promoción en radio, entrevistas, festivales y toda actividad consecuencia de editar discos a los que muchos fans y portales especializados prestan atención. También fue sumando colaboradores en directo hasta conformar la banda que ahora le sirve de apoyo. Y con ellos ha terminado de dar forma a este cuarto disco.

El cambio es notorio. Bundick había trabajado en cada LP con nuevos sonidos (para él, claro), adaptando estilos diversos, pero la base seguía siendo netamente electrónica. Ahora, desde el saque, las composiciones parten de guitarra, bajo y batería. Un esfuerzo integral de banda que a primera vista podría parecer un cambio drástico en su dinámica de trabajo pero que no lo es tanto si consideramos que ya en sus primeras grabaciones (algunas de ellas disponibles en la compilación June 2009) el músico de Carolina del Sur hace nacer sus canciones sampleando instrumentos tradicionales mientras toca la guitarra. Por eso decíamos al comienzo que parece echar de menos aquellos primeros años de formación y experimentación musical. El resultado es su álbum más retro, algo que en él ya es bastante decir, con aproximaciones a géneros setenteros como el soft rock menos convencional (el Something/Anything? de Todd Rundgren, por ejemplo) y el soul más espacial (Shuggie Otis, o aquellos momentos más plácidos del Light Of Worlds de Kool And The Gang como Summer Madness y You Don't Have To Change) Y acomete toda esta nostalgia con lo aprendido hasta la actualidad: sigue siendo Toro Y Moi.


Si los treinta y seis minutos de What For? se disfrutan de un tirón es por la importancia que la melodía tiene en sus diez canciones. Cortes pop a la manera tradicional, lleno de ganchos reconocibles y estribillos. Empty Nesters fue el primer adelanto y es ya para nosotros fuerte candidata a mejor single del 2015. ¡Qué canción para más encantadora! Con una estructura basada en guitarras y sintetizadores, y un ánimo tan evocador que hasta cita a Weezer en la letra ("No hay nadie que destruya tu suéter") Curiosamente, es esa misma nostalgia ya no musical sino temática el principal problema del disco. No solo en título sino ya desde el comienzo del álbum, un sonido de motor en marcha que va ralentizándose, podemos advertir cierto escapismo emocional. Pero Bundick duda entre preocuparse del futuro o seguir añorando sus recuerdos y parece optar por no comprometerse demasiado con nada y nadie, solo vivir el instante y dejar que cada quien interprete a su manera unas letras por ratos demasiado vagas. Esta falta de compromiso resta peso emocional a lo que escuchamos. No es música superficial, desde luego, pero sí de una levedad que si llega a buen puerto es solo por el oficio, competencia y frescura de la banda y el propio Bundick. Un ejemplo muy claro es la bailable Spell It Out, adicitva en su toque constante de guitarra y falsetes en las voces pero con una letra que fracasa en su intento de profundidad debido a preguntas cada una más pueril que la otra.

Aún así, los momentos disfrutables son muchos más. En What you want, el primer corte, la confusión emocional se percibe como sincera ("sé paciente conmigo, no soy bueno manteniéndome al día") en sintonía con la banda. La ya mencionada Empty Nesters es encantadora no solo en su divertido clip promocional sino en su espíritu exultante lleno de vida ("whooo") y tarareos irresistibles. Y nunca antes Toro y Moi habían sonado tan llenos de soul como en The Flight y Lilly. Sobre todo en la segunda, ideal para cerrar los ojos y abandonarse por completo a este arrullo espacial con algo de desazón ("Ella es la única que él conoce, el resto de su cuerpo viéndola partir / Cada día es como este, ninguno lleva a ninguna parte") Half Dome, Run Baby Run y Yeah Right, las tres últimas canciones, ayudan a inclinar la balanza a favor del álbum. No solo en sus sonidos más evocadores y acogedores sino en la esperanza que estos transmiten. La promesa de que todo va a estar bien. "Tienes tantas cosas que hacer / Duerme mientras puedas / No puedo esperar a tomar otra decisión / Tal vez sabremos lo que queremos para entonces".

What For?
Toro Y Moi, 2015
Carpark Records

domingo, 3 de mayo de 2015

LIONEL SHRIVER - BIG BROTHER (2013)

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Big Brother es, en la superficie, una novela acerca de cómo la comida se convierte para muchos en un insano sustitutivo de la felicidad a falta de experiencias gratificantes e imperecederas dentro de una sociedad cada vez más alienada ante el éxito y la perfección corporal. En un nivel más profundo, describe con gran inteligencia y humor la relación que se construye a través de los años entre miembros de una familia consanguínea y política. Demostrando así que "familia" y "seres queridos" no significan siempre lo mismo. Nos habla, además, del desgaste emocional que suele significar asumir a los nuestros en tiempos difíciles. O no. Porque es un juego de posibilidades, también, cuyas consecuencias no siempre estamos dispuestos a asumir.

Edison en un pianista de jazz neoyorquino caído en desgracia que visita a su hermana Pandora en un condado campestre de Iowa. No se han visto en cinco años y el shock no puede ser mayor: Edison ha añadido 101 kilos más a los 73 con los que ella lo recordaba y no tiene intenciones de dejar de comer. Para mayor problema Fletcher, su cuñado, es un nazi de la alimentación saludable. Llega un punto en el que Pandora, ante el ultimátum de su esposo, debe decidir con quién quedarse. Y ella elige a su hermano. Porque siente que la necesita más, porque está harta del éxito descomunal pero vacío de su empresa de muñecos personalizados parlantes, porque siempre se sintió inferior. Porque ambos aprendieron a cuidarse mutuamente desde niños. Especialmente desde la muerte de su madre y desde que empezaron a compararse con los hijos que su padre, un actor decrépito y ridículo, tenía en una serie de televisión de los años setenta que ya nadie recuerda. Luego de un patético incidente en el inodoro, Edison acepta el compromiso que le propone su hermana y juntos, durante un año, se imponen un régimen alimentario y de convivencia con el propósito de volver a su peso anterior. A Pandora esto sirve también para saber cómo Edison ha llegado a tal punto luego de tener una auspiciosa carrera en el jazz y darse cuenta que, más allá del resentimiento a su padre, una niñez particularmente apagada y la idealización del ser querido, su hermano es realmente un desconocido para ella.

La historia nace de una experiencia similar que sufrió la autora el 2009, cuando su hermano falleció por complicaciones derivadas del sobrepeso. "Yo tenía un piso en Nueva York, donde estaba hospitalizado y hablamos de la posibilidad de organizar la vida juntos, pero a los dos días se murió". La novela sirve entonces como exploración de lo que habría ocurrido si ella hubiese podido ayudarlo. De ahí que esté narrada por Pandora, la hermana, una especie de alter-ego de Shriver. Trabajado, eso sí, con la sutileza necesaria pues básicamente se trata de un personaje que suple sus limitaciones artísticas e intelectuales con una gran sensibilidad y capacidad de observación. Por eso no desentona que en una sola idea suya se unan las frases más trilladas ("el silencio fue tan denso que se hubiera podido cortar con un cuchillo", "el que no se siente seguro de su autoridad, no la tiene") con análisis poco comunes acerca de la ingesta de comida, la imagen personal, las relaciones de pareja y el amor fraternal.

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Pero esta no es una novela trufada de ideas sin respiro. Aquí los personajes se describen a sí mismos a través de sus acciones y especialmente conversando. Cada uno de ellos cuenta con sus propias jergas, modismos y maneras de pensar. La cena en la que Pandora invita a un amigo del trabajo, por ejemplo, muestra de manera brillante que los diálogos son uno de los puntos fuertes del texto. Tanto así que a veces sientes que algo se pierde en la traducción. Sobre todo cuando se trata de Edison, el más carismático del conjunto con su jive talkin' propio del mundillo del jazz, sus groserías y sentido del humor, y sus peroratas y refunfuños a géneros musicales, escenarios y artistas en general ("la mayor parte del mercado es para Norah Jones").

Baby Monótono, la empresa de muñecos parlantes para adultos de Pandora, es otra idea sugestiva que la autora parece usar para sí misma dentro de su propia novela. Este negocio consiste en la fabricación de muñecos a semejanza de personas reales, con una lista de frases predeterminadas elegidas por el cliente. De esta manera, el destinatario del obsequio ve reflejado en el muñeco no solo su aspecto físico sino también sus conductas cansinas o cargantes. La empresa es un éxito que da gran estabilidad económica a la familia de Pandora. No es descabellado pensar que Shriver haya usado entonces el personaje de Edison como su propio Baby Monótono en relación a su esposo Jeff Williams, profesor y compositor musical además de baterista de jazz, cuyas opiniones escuchadas una y otra vez en el ámbito conyugal habrían inspirado las frases más recurrentes de Edison: "Stan Getz me contrató por tres años", "el problema con Wynton Marsalis es que alimenta tanta nostalgia", "personalmente hecho la culpa a las escuelas de jazz", "debí tocar con Miles". No es difícil imaginar los buenos ratos y las risas que se habrán echado la pareja mientras ella escribía el libro. En lo personal, además, estoy de acuerdo con algunas de las otras opiniones que Edison suelta durante toda la novela acerca del jazz, las escuelas de música, la tradición y el elitismo (aunque me contradiga, creo, el hecho de haber escuchado una y otra vez el Cookin' y Relaxin' de Davies mientras avanzaba la lectura).

Si algo malo ha de tener Big Brother es el gran número de párrafos donde oraciones parten otras que a su vez parten otra más, afectando la fluidez. No cae en el estilo Lillian Ross del New Yorker (que tan jocosamente detalló Tom Wolfe en "Perdido en la selva de los pronombres relativos") pues, antes que la acumulación de datos, lo de Shriver es funcional. Sin embargo, que a veces nos haga recordar el ensayo de Wolfe no es muy positivo para el balance de la obra.

Con todo, no dudaría en recomendarla. Es una pena que no haya logrado dar el salto al cine como sí lo hizo "Tenemos que hablar de Kevin", el primer gran éxito literario de Lionel Shriver. Y es una molestia saber, por palabras de la escritora de 57 años, que Big Brother ha sido rechazada entre las personas con sobrepeso por considerarla ajena a esos problemas, porque "solo los gordos pueden hablar con propiedad acerca de otros gordos". Ellos se lo pierden. La actualidad de sus temáticas, descritas con inteligencia y mucha sensibilidad, y sus episodios de humor y tragedia, hacen de esta novela una de las mejores del 2013 (2014 en su traducción al español). ¿Qué propone al final? Pues un gran signo de interrogación. Un "qué habría pasado si" con el que todos, en algún momento, vamos a tener que cargar hasta el último de nuestros días.

Big Brother
Lionel Shriver, 2013
Anagrama, 2014
traducción de Daniel Najmías
400 páginas, rústica